El lenguaje no es simplemente una herramienta de comunicación para el hombre, no se reduce a describir la realidad; la construye. Determina la estructura de nuestro pensamiento y el nivel de nuestro abstracción. El arte de la traducción incurre en un proceso casi alquímico de transformación en el que busca preservar con fidelidad la intención y el tono de un texto, sacrificando así literalidad en muchos casos para dar a luz un nuevo texto, distinto y simultáneamente exactamente igual.